{ ART NOIR }

Aquí encontraréis la revista completa para su descarga en distintos formatos. PDF interactivo (recomendada), que da una idea exacta de cómo quedaría impresa. Epub maquetado, que reproduce la revista para tablets. Y para los que solo gustan de la palabra y quieren la comodidad de llevarlo en su móvil o tablet como solo texto, añadimos una versión complementaria en formato ePub o Mobi (Kindle). En cualquiera de las versiones esperamos que la disfrutéis.

{ RELATOS } 

Relatos de encuentros, pérdidas, de instantes que perduran o se pierden, algunas fábulas que Sherezade no hubiera desdeñado y mucha gente diversa contando sus diversas historias.

{ POESÍA } 

Un espacio poético buscando su propio tiempo poético. Como decía el viejo rapsoda griego: «Los poetas no buscan palabras, lo que buscan es su voz». Aquí encontraréis algunas.

{ OTROS DILUVIOS } 

De otros diluvios nos llegan fotografías, nos llegan palabras sobre pintura,  nos llegan ilustraciones… y a nosotros nos hace feliz tanta inundación.

{ART NOIR } - A modo de presentación

Quien tiene animal de compañía (así los llamamos nosotros, los humanos, esos animales de soledad) sabe perfectamente que los animales nos hablan. Nada de sensación o proyección, nada de percepción equivocada. Hay que ser muy animal (disculpad, hay que ser muy humanos) para no darse cuenta. Lo que desconocemos a estas alturas es cómo sería esa relación si supieran escribir. Hay mucha literatura sobre gatos, pero, ¿y si hubiera literatura escrita por felinos? A quien afirme que se trata de una idea descabellada porque los gatos no tendrían lectores, le recordaré lo que sucede con quienes publican en Amazon. Todos sabemos que nadie nunca va a leerlos, pero ellos siguen publicando como si nada. Hoy en día contamos con estudios donde se observa a distintas especies empleando lenguas de signos: no solo tuiteros, también otros primates. Espero que la breve historia que adjunto a continuación sirva como reflexión de cómo podría ser esa nueva y fértil literatura.

El perro quería hacerse entender, bastaba mirarlo a los ojos. El psicólogo confiaba en ello plenamente y sus resultados hasta el momento habían sido harto prometedores. Tenía la certidumbre de encontrarse a un solo paso de lograr un hito trascendente en la historia de la comunicación. El lenguaje escrito, hasta ese momento prerrogativa de la raza humana, podía también encarnarse en autores del reino animal. En su mente las implicaciones del proyecto se revelaban tan fecundas cuanto prodigiosas. ¿Sería posible ver a un perro o un mapache escritores? ¿Qué tipo de literatura desarrollarían? Viendo la degradación galopante de la naturaleza, ¿propondrían una literatura distópica? ¿Recrearían sus propios mitos o darían un vuelco a episodios de nuestra memoria colectiva? ¿Qué versión nos darían del Arca de Noé los animales? ¿Moby Dick publicaría, al fin, sus memorias? ¿Existe la posibilidad, por remota que ahora nos parezca, de que un muflón del Teide consiga el premio Nobel? ¿Leería el discurso en la academia sueca con acento canario? ¿Cornearía a los ujieres? Regresemos a la historia...

Para acelerar el proceso con el perro, desde hacía varias semanas el sabio le proyectaba filmes de la primera época de Godard. Según el estudioso no importaba que el perro no comprendiese el mensaje del autor, dado que en realidad nadie del equipo comprendía un carajo del autor franco-suizo. El psicólogo añadía además cada mañana al pienso canino cien gramos calibrados de una receta maestra que su ayudante personal –amante de los animales en general y del psicólogo en los congresos internacionales– desconocía. Una buena tarde, ante la mirada atónita del equipo completo, el perro se levantó de su mantita, cogió la Montblanc, un cuaderno de notas apoyado en la mesa y garabateó –media lengua fuera, media dentro–, algunas palabras. Emocionado hasta lo indecible, el psicólogo leyó el mensaje con la devoción de los primeros creyentes ante la revelación divina. 

En el cuaderno, con una caligrafía a todas luces elegante, diáfana, preciosista, el perro había escrito: «Guau, guau, grrr, grrrrrrr».

{ RELATOS }

Parecidos, de Puri Ruiz    

La esquina de esa luna, de Raquel Carrasco    

No abras los ojos, de Luis Abarán    

Los evangelios escépticos (III), de José Manuel Soto    

El último vuelo, de Bansan

A las siete en el parque, de Lucía Barranco

Maldita querencia, de Sara LaBernhardt    

Empate a veintiuno, de Jorge Laespada     

El manuscrito, de Joaquín Collantes     

Polan-Polan, de Guille Gómez    

Tocata y fuga en mal menor, de Laura Martín    

Distopía IV: Carne, de Martí R. Arús

{ POESÍA }

– Anna C. Huertas

– Carlos G. Munté

– Isabel Bono

– Estefanía González

– Joan Masip

– Laura Podadera

{ OTROS DILUVIOS }

Chicago Mon Amour, de Laura Distoppia

Persianas abiertas, de Silvia Cebrián

Vulnerables, de Juan Viudo

Bocetos, de Mónica Martí

Rue de Paris, temps de pluie, de Mónica Falque

De la importancia de las fuentes, de Ana Costa

El club de las veintitantas, de Sol Redondo

contacto:    artnoir.revista@gmail.com